El Ayuntamiento de Tijarafe ha comenzado, desde la primera semana de septiembre, las obras de la tercera y última fase del Parque Barbarroja, que se extenderán hasta la primera quincena de octubre. La actuación, licitada por 51.110,86 euros, consiste en la adecuación del acceso este del parque con la creación de un sendero adaptado y una zona ajardinada con plantas endémicas, para complementar la realización de actividades socioculturales y de esparcimiento enfocadas principalmente a los más pequeños.

Esta última y tercera fase viene a completar la mejora de este parque, inaugurado en 2018, y sus espacios libres anexos. Situado en un punto estratégico del barrio de Candelaria (El Pueblo), justo frente al Terrero Laureano Castro y en las inmediaciones de la Casa de la Cultura José Luis Lorenzo Barreto y el CEO Tijarafe, el Parque Barbarroja, ya fue objeto de una profunda reestructuración que mejoró y dotó de nuevos elementos de juego y servicios a este espacio orientado al uso y disfrute de los niños y niñas que acudan a él.

Marcos Lorenzo, alcalde del Ayuntamiento de Tijarafe y responsable de Obras, señala “con la ejecución de esta tercera fase culminamos las obras que se han venido desarrollando en el Parque Barbarroja y que añadirán a la infraestructura ya existen una zona ajardinada, en la cual, incluso, más allá del relax que puede suponer pasear por ella, se puede aprender sobre flora canaria. Aprovechando la cercanía al CEO Tijarafe, entendíamos que era el lugar adecuado para crear este nuevo lugar de esparcimiento, que complementa a las posibilidades que ya ofrece el parque”.

El parque infantil Barbarroja le debe su nombre a un personaje, que, pese a que se desconoce el motivo por el que llegó a Tijarafe, dejó un gran legado en el municipio. Este hombre, de personalidad sombría y con un rasgo físico bastante característico -que le acabaría dando un apodo como remedio al desconocimiento de su verdadero nombre-, tenía un don: fabricaba machangos y gigantes que hacían las delicias de los niños. Desapareció de la vida de los tijaraferos de la misma forma que llegó, sin hacer ruido, pero uno de sus machangos, Cataclismo (c.1910), marcó a unos muchachos que, pasados los años, darían vida al Diablo y su Danza.